Cordones negros contra Franco
Santander, 28 de septiembre de 1975. Dos jugadores se abrazan en un rincón del viejo Sardinero. Parecen conjurarse antes del Racing-Elche. En realidad están a punto de manifestarse contra la dictadura
Este año se cumplen 50 años de la muerte del dictador. Para dejarlo todo atado y bien atado, Su Excelencia apretó el nudo hasta el final: cinco fusilamientos en septiembre de 1975 fueron su macabra despedida. La sociedad protestó. La comunidad internacional se indignó. Y el fútbol... el fútbol calló. Solo dos jugadores del Racing se atrevieron a desafiar la connivencia con el régimen. Este texto, publicado en el número 46 de la revista Panenka, recordaba en 2015 a los protagonistas de aquel gesto.
Sergio Manzanera tiene 65 años y una clínica dental en Valencia, en la que trabaja con su hijo. Habla de forma pausada y sin asomo de vanidad. Tanto que parece relatar de forma rutinaria un empaste o la extracción de una muela cuando en realidad explica algo para lo que se necesita mucho más valor: cómo se salta a un estadio de Primera División para retar ante varios miles de personas a una dictadura agonizante aunque todavía asesina.
Han pasado 40 años pero Sergio recuerda perfectamente dónde y con quién pasó la noche del 27 de septiembre de 1975: en una habitación del hotel Rhin de Santander, junto a su compañero en el Racing Aitor Agirre. Valenciano de izquierdas uno y nacionalista vasco el otro, se reúnen en torno a un transistor. Captan la débil señal de Radio Pirenaica, la emisora antifranquista que, a pesar de su nombre, opera desde Rumanía.Y descubren cómo el mundo se indigna ante los fusilamientos que esa misma mañana han acabado con la vida de cinco jóvenes, juzgados de forma sumaria sin ninguna garantía. Hasta el Papa Pablo VI ha pedido clemencia con los dos miembros de ETA y los tres del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). “Cuando escuchamos la noticia, nos sentimos en la obligación moral de hacer algo”. En la habitación hay una tercera persona: el navarro José María Errandonea. Los tres deciden que en unas horas saltarán al Racing-Elche con brazaletes negros. “Un acto a favor de la democracia y en contra de la pena de muerte”, describe Sergio.
El domingo 28, mientras el presidente de México solicita la expulsión de España de la ONU y las protestas contra los fusilamientos recorren las principales capitales europeas, Aitor Agirre y Sergio Manzanera se abrazan en un rincón del vestuario del viejo Sardinero. Uno al otro se anudan un cordón negro en la manga izquierda. Nadie les ve. “Al saltar al campo algún compañero sí que nos dijo que nos lo quitáramos, que la íbamos a liar”. Errandonea no juega. Desde el banquillo contempla cómo sus dos colegas se entienden también en lo puramente deportivo: Sergio se interna por la banda izquierda -dónde si no- y centra para que remate Aitor. El gol de los disidentes.
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